Una recomendación literaria, según Diego J. García Molina

Una recomendación literaria

Hablando el otro día con un conocido, me decía que le daba una sensación extraña, entre sorpresa e incomodidad, aunque ninguna de ellas en concreto, por cómo se comportaban las personas Viernes Santo, con ganas de fiesta, de montar escándalo por la calle, cuando debería ser unos momentos de recogimiento, de reflexión, incluso de pena, puesto que ese día se conmemora la muerte del hijo de Dios. El asombrado entonces fui yo, y así se lo manifesté, de que todavía hubiera quien se pensara que todo el que acude o disfruta de estos días festivos lo hace por algún tipo de sentimiento religioso. Quien más y quien menos, si se lo puede permitir económicamente en estos tiempos de apreturas, aprovecha para hacer un viajecito, y de paso, salir de fiesta disfrutando de los días de aglomeraciones etílico-festivas. Las procesiones de Semana Santa se han convertido en algo principalmente cultural, casi laico. No toda la gente que participa, o más bien poca, en mi opinión, se cuestiona cuáles son las motivaciones que incitan a ser protagonista del acto solemne con devoción. ¿Dónde están el resto del año? No hay más que acercarse a las iglesias cualquier día: la mayoría vacías y con una media de edad de los asistentes próxima a la jubilación. Excepto algunas comunidades muy activas que todavía mantienen la llama de la fe de forma enérgica y conmovedora. Si que somos un país católico, pero poco practicante de la liturgia cristiana.

Por tanto, dicho lo anterior, ¿es negativo asistir, como participante o como espectador, a estos actos religiosos? ¿O participar de la festividad, aunque sea saliendo a tomar unas copas con amigos? Claramente no. Para empezar, si se circunscribiera a los verdaderos creyentes quizá solo desfilaría un trono por falta de personal. Por otro lado, es una forma estupenda de mantener el vínculo con la religión de nuestros ancestros, con nuestras tradiciones; surgen preguntas, pensamientos profundos, aunque sea solo por estar varias horas en relativo silencio contemplando el lento caminar de nazarenos y figuras escultóricas. Además, es otra forma de introducir a los más pequeños en la religión católica, en estos tiempos donde asistir a catequesis con el objetivo de recibir la primera comunión a temprana edad es algo pasado de moda, sobre todo en las grandes ciudades. ¿Para qué acercar a los niños a la religión, dirán algunos? Pues bien, resulta curioso como, por parte de ciertos sectores, se llama a la defensa de tradiciones extrañas a nosotros, en ocasiones violentas, desagradables o peligrosas, mientras las nuestras, la mayoría enriquecedoras y gratificantes se desprecian por no sé qué complejo que lleva a despreciar lo propio, para destacar lo ajeno. La religión, y sobre todo la católica actual, es algo positivo para las personas. No todo es dedicación a lo físico o intelectual, el espíritu también necesita alimento. Es más, muchas personas que han despreciado la iglesia, cuando tienen problemas optan por refugiarse en la religión (la que sea), sobre todo si es de amor, y no de violencia o de imposición al prójimo. En vez de caer en las drogas, el alcohol, la violencia o los problemas psicológicos. Parece que estoy comparando la religión con una droga, nada más lejos de la realidad, aunque ya dijera Karl Marx que la religión era el opio del pueblo.

Además, en la catequesis o en la asignatura de religión en el colegio es donde se suele realizar el primer acercamiento a la Biblia. En estos tiempos de Smartphone e Internet es raro que un niño se acerque a un libro denso y con una sintaxis compleja y arcaica como este. Sin embargo, creo que es el gran desconocido a la hora de iniciarse en lecturas tempranas. El Antiguo Testamento es fuente de sabiduría, saber acumulados durante milenios en la cuna de la civilización occidental: el oriente medio. Compendio y amalgama de mitos e historias de babilonios, asirios, sumerios, israelitas, egipcios, y otros pueblos ya olvidados. ¿Por qué no aprovechar ese saber acumulado durante generaciones? Si que es un libro místico, mas también cuenta historias, todas con moraleja o alguna enseñanza, aventuras excepcionales, etc. ¿Quién no ha usado o escuchado alguna vez la expresión “venderse por un plato de lentejas”? Sin embargo, pocos saben de donde procede, y el porqué de dicha expresión. No hay que ser practicante de la fe cristiana para aprender de esta obra literaria. No es casualidad que sea el libro más imprimido de la historia. Como todos sabemos, la Semana Santa también es religiosa y muchos participan sin ser creyentes. Así que, si están pensando en leer un libro, no hay mejor momento que este.